2015 fue un año de sorpresas. Tras dos años de trabajo se logró movilizar a sectores muy diversos con el propósito de componer una candidatura municipalista. El objetivo: mostrar también en las urnas la potencia de un movimiento capaz de organizarse más allá de las clásicas estructuras de partido. Debemos recordar que aquel proceso estuvo repleto de singularidades. Una de las más destacadas fue que -por primera vez en décadas- un buen número de activistas de diversos movimientos decidieron probarse en el ámbito electoral a fin de arrebatarle el Ayuntamiento de Madrid a los poderes tradicionales. Por poderes «tradicionales» no solo debemos entender los sucesivos gobiernos del Partido Popular sino también, y sobre todo, el dominio en la sombra de los presupuestos públicos por parte de un puñado de grandes corporaciones y de una compleja malla política y empresarial hecha de partidos políticos, intereses financieros y empresarios, grandes y pequeños.
Aquella propuesta política se elaboró en torno a tres grandes ejes. El primero, que el movimiento municipalista se debía configurar como un espacio diverso y respetuoso con los equilibrios internos de mayorías y minorías, a sabiendas de que cualquier pieza significativa que faltase daría al traste con la oportunidad de reorientar el rumbo político de la ciudad. El segundo, que la candidatura funcionara de un modo radicalmente democrático, vinculada siempre a las realidades políticas más activas. Y, en tercer lugar, que la candidatura llegaría a las instituciones con un programa elaborado y avalado por miles de personas. Se trataba de representar la mejor alternativa en lo que se refiere a modelo urbano, políticas de vivienda, defensa del patrimonio histórico, democracia radical y políticas de remunicipalización dirigidas a recuperar el control público de los servicios municipales. Propuestas que se habían trabajado durante décadas y que quedaron plasmadas en el programa electoral de mayo de 2015.
Para muchos de los sectores más activos en los movimientos locales (en el campo vecinal, de la vivienda, el ecologismo, el feminismo o el movimiento sindical), la llegada de Ahora Madrid suponía, por eso, un momento excepcional. Parecía posible hacer realidad buena parte de las expectativas de cambio sostenidas durante largos años. Cuatro años después, sin embargo, el panorama resulta muy distinto. A día de hoy, la mayor parte del gobierno que resultó tras las elecciones de 2015 refleja una importante separación respecto de las bases y los movimientos que en sus orígenes lo empujaron. Al mismo tiempo, la mayor parte de su programa electoral ha quedado en papel mojado. Como consecuencia movimientos, ciudadanía activa y la mayoría de personas que apoyaron la iniciativa se han distanciado—y en muchas ocasiones roto— con Ahora Madrid. En este contexto nace La Bancada Municipalista.
Se trata de una nueva apuesta municipalista en Madrid para 2019 no puede centrarse en quién o quienes pasarán a formar parte del grupo municipal. Quién o quiénes obtendrán un sillón. La nueva apuesta municipalista debe lanzarse con valentía y sin complejos. Se trata de reconstruir un proyecto de base en el que la defensa del programa esté por encima de las siglas, de las personas y de los grandes intereses económicos que gobiernan nuestra ciudad. Estas razones nos empujan a organizar un impulso común desde el sustrato de las luchas colectivas, con la intención real de articular un proceso basada en la solidaridad, empatía con las clases más desfavorecidas y la lucha contra las normas económicas y conservadoras que rigen la institución municipal. Un esfuerzo que devuelva la ciudad a sus habitantes, a todos y todas por igual y en favor de quienes más lo necesitan. La marca Madrid, el discurso del buen gestor y la excelencia no deben imponer su trasfondo mercantilizador a una ciudad que quiere autogobernarse, que reclama derechos efectivos y no sólo buenas palabras.
Lazos relacionados: