Isabel Rodríguez y Jorge Lebrero, La Molinera

Los Centros Sociales los percibimos como realidades extremadamente vivas porque, literalmente, pasan cientos de personas todas las semanas para hacer sus cosas. Lo principal es entender que en los Centros Sociales como La Molinera la actividad, la responsabilidad y la administración es colectiva, todo es colectivo; entonces, la gente cuando viene se organiza desde la base, hacen entidades, se involucran en ellas y a partir de todo eso es cuando se sienten parte de este proyecto. Nuestro objetivo es acercarnos también a la gente de los barrios para que tengan un primer contacto con la política y que interioricen ciertas cosas. Yo creo que, por ejemplo, en el tema juvenil, muchas personas ahora mismo solo se dedican a hacer botellón o simplemente deciden estar completamente ajenas a la realidad y haciendo ciertos talleres, que igual es un cine, nosotros creemos que les estamos dando esa carga política. No te voy a poner una película convencional sino una que realmente te haga un clic, que provoque un cortocircuito en tu mente para que te cuestiones ciertas cosas. Nosotros simplemente creemos que mediante la praxis es cuando realmente se está aprendiendo. Entonces va un poco en este camino de decir vamos a tejer redes, no solo entre los vecinos, sino que esto va a ser un lugar de encuentro para el activismo. Aquí se van hacer proyectos con gente que ya sabemos que es activista pero que va a crear algo en común y que igual, si no lo hubiéramos creado, no se habrían juntado en la vida.  

(…)

Siempre ponemos el ejemplo de que no queremos ser un Centro Cívico, con todo el respeto a estos Centros Cívicos, lo digo porque el Centro Social no es un lugar donde la gente va a ir como usuaria o cliente o benefactora de algo sino un espacio en el que te decimos “tú has propuesto que aquí podríamos montar un taller para hacer pan, por ejemplo, pues involúcrate. Vamos a buscar el espacio, vamos a conseguir el material que necesitamos, vamos a ver cómo potenciamos este taller, etc”. Lo que queremos es que la gente venga, se involucre, nos conozca y se haga cargo de su propuesta y lo sacaremos adelante juntas y aprenderemos todas juntas de lo que tú tengas que enseñar y de lo que nosotras te podamos aportar. Se trata de reivindicar lo que es crear de verdad un tejido social en el cual la gente aporta. 

(…)

Yo entiendo que, tal y como están pensados, los centros cívicos dan una serie de servicios, pero aquí no queremos dar servicios. Creemos que eso no es una cuestión realmente semántica sino que es una cuestión de base. Está claro que debe de existir una red de centros cívicos y de otros tipos de instituciones que ofrezcan y satisfagan las necesidades comunes de las vecinas a un nivel más aséptico, pero es verdad que hacen falta espacios también críticos para generar otro modelo social en el cual la gente se involucre, participe y sea protagonista de los cambios y las transformaciones. Existe un movimiento bastante sólido de lo que son también los Centros Sociales ocupados a lo largo y ancho del Estado, y sí, existe cierta coordinación entre ellos. Yo, por ejemplo, el fin de semana pasado estuve en Vitoria y tiene ahí un Gaztetxe (o Centro Social) que ha cumplido 30 años y pudimos hablar con alguna de la gente que ha trabajo ahí y decían que hay que hacer un encuentro de Centros Sociales para compartir vivencias y demás. Claro, cada uno de los Centros Sociales es un mundo y responde a unas necesidades concretas de los pueblos en los que están instalados y de los barrios de las ciudades donde están y también deben mucho de las personas que han dado vida inicial al proyecto. Entonces, yo creo que la filosofía es la misma dentro del proyecto: aprender de todo lo que podamos y marcarnos también un ritmo propio, adecuado a las necesidades y adecuado al contexto particular de la ciudad Valladolid.