de Salvador López Arnal

La explotación no es un fenómeno natural ni es propiamente una categoría moral (aunque su existencia pueda -y acaso deba- provocar rechazo moral y reflexiones éticas). La explotación es un concepto marxiano que intenta aprehender el mecanismo esencial del sistema de producción capitalista.

La explotación del trabajo por el capital se produce porque las condiciones sociales que rigen en el modo de producción capitalista hacen posible que el conjunto de los trabajadores (los asalariados, en el modelo teórico analizado por Marx en El Capital) trabajen demasiado, produciendo no solo la fracción del producto social que ellos mismos (y sus familias) consumen en su vida, permitiendo de este modo su reproducción y su condición de “vendedores” de fuerza de trabajo, sino también el producto que repone los medios de producción consumidos en el proceso de trabajo y el que requieren los máximos beneficiarios del sistema (los y las capitalistas) para su propio consumo y para la formación de nuevo capital que permita la reproducción ampliada. Beneficio es la expresión monetaria del plustrabajo.

Por consiguiente, con explotación no se hace referencia a salarios especialmente bajos ni tampoco a una situación laboral especialmente dura (aunque tenga sentido la expresión “explotación salvaje” para referirnos a estas situaciones). Explotación refiere a un estado de cosas en la que los trabajadores, los productores, reciben solo una parte del valor producido por ellos, independientemente de que el salario sea más o menos alto o que las condiciones laborales sean más o menos duras.

No se trata tampoco de que se les quite a los trabajadores algo que les pertenece, de modo que la usurpación señalada sea un asunto moralmente censurable. Marx insiste en que, conforme a “la ley del intercambio mercantil”, el vendedor de la mercancía fuerza de trabajo recibe exactamente el valor de su mercancía. La explotación y la existencia de trabajo no pagado no surgen de una violación de las leyes del intercambio mercantil capitalista sino de su cumplimiento.La explotación no es una anomalía del modo de producción capitalista sino una de sus características centrales. No existe un capitalismo bueno, no explotador, opuesto a un capitalismo salvaje y explotador.

Si lo que se quiere es abolir la explotación, no deberíamos pensar entonces en una reforma de las relaciones de producción dentro del capitalismo sino, desde el punto de vista de las finalidades, en la abolición del capitalismo, lo cual, por supuesto, no implica ninguna desautorización política o teórica a las pretensiones sindicales de cambio de las condiciones laborales de las clases trabajadoras ni a las luchas que éstas emprenden en un buen número de ciudades y países del mundo para mejorar su dura, durísima en ocasiones, situación.

 

Referencias

Guerrero, Diego. Un resumen completo de El Capital de Marx, Madrid, Maia Ediciones, 2008.

Heinrich, Michael. Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx, Madrid, Guillermo Escolar, 2918 (2ª edición). Traducción y estudio introductorio de César Ruiz Sanjuán. 

Marx, Karl. El Capital. Libro primero. Volumen I (OME 40), Barcelona, Grijalbo, 1975, capítulos VII y VIII, pp. 231-249 y 251-326 respectivamente. Traducción, presentación y notas de Manuel Sacristán.