Por Bécquer Seguín

Los tres poderes del gobierno de las democracias liberales son el ejecutivo, el legislativo y el judicial, y se suele añadir a estos un cuarto poder extraoficial, aquel que controla el flujo de la información entre los ciudadanos y sus representantes en el gobierno. Tal poder es el periodismo. A menudo referido como el cuarto poder, por su capacidad para enmarcar y modelar cómo la información es recibida por la ciudadanía, el periodismo ha estado en el centro de la relación y la interacción entre la gente y las Instituciones en España, al menos desde el 23 de febrero de 1981, cuando, como respuesta al intento de golpe de estado, El País publicó una tirada especial con el titular “Golpe de Estado. El País con la Constitución”. El cuarto poder actual es mucho más diverso que durante la transición española a la democracia. Incluye no sólo periódicos y canales de televisión, sino un floreciente sector digital de información y noticias. Como indicaba Reuters Institute en un informe de 2018: “España posee uno de los sectores de medios originalmente digitales domésticos más diversos de Europa”. Se debe añadir que existe además una dieta informativa de lo más variopinta: España presume de uno de los porcentajes más altos de personas que escuchan “podcasts” al igual que de gente que ve la televisión a diario.

Esto significa que todavía existen poderosos guardianes de la información. A pesar de que el país puede alardear de la existencia de más de 80 periódicos y un amplio espectro de canales de radio y televisión, los medios de comunicación que acaparan las mayores audiencias son, sin embargo, controlados por un puñado de grandes conglomerados corporativos transnacionales: entre otros, PRISA, que posee El País y Cadena SER; Vocento, dueño de ABC; Unidad Editorial, dueño de El Mundo y Marca; y Planeta, la editorial más grande del país y dueña de La Razón. Muchos de estos guardianes, en vez de actuar en interés de sus lectores, se alinean con partidos políticos específicos. A cambio de intereses financieros e influencia política, las salas de juntas de los medios han renunciado a su independencia editorial y, consecuentemente, modelado los objetivos y la orientación políticas de los partidos a lo ancho del espectro ideológico y durante las últimas décadas. En 2015 la fórmula de puertas abiertas entre política y periodismo llegó a tal punto que los medios españoles recibieron el más bajo nivel de credibilidad de Europa. 

Sin embargo, el entorno de diversidad mediática en España significa también que el poder de estos guardianes se está erosionando. Sitios web independientes y enfocados en el periodismo como eldiario.es y El Confidencial se han convertido en algunos de las fuentes de noticias más fiables y más leídos en España. También han encontrado, algo fundamental, una estabilidad financiera sólida. Otros sitios, como La Marea, CTXT, InfoLibre, y El Salto, han captado un número significativo de lectores debido a su posición crítica con el estatus quo, incluyendo periodismo ensayístico, de opinión y de investigación. Estos medios, originariamente digitales, han dado voz, y es necesario enfatizarlo, a perspectivas que han sido silenciadas en los medios controlados por las grandes corporaciones mediáticas. En concreto, aunque muchos de los artículos en estos sitios provienen de periodistas, han abierto también un espacio para voces no estrictamente periodísticas, desde académicos, activistas, escritores y otras figuras de la sociedad civil. 

Todavía existen, sin embargo, muchos obstáculos para que el periodismo en España ejercite su responsabilidad como cuarto poder. Los más importantes son la independencia económica, la sostenibilidad financiera y la independencia editorial. Sin una independencia económica de las grandes corporaciones, y sus estrechos lazos con determinados partidos políticos, la independencia de la línea editorial de una organización mediática será muy difícil de lograr. Sin una sostenibilidad financiera, cualquier  intento de repensar la independencia económica y editorial será, por necesidad, de corto alcance. Hay, además, una serie de obstáculos, íntimamente relacionados con los tres anteriores, que reciben mucha menos atención pero que merecen tenerse muy en cuenta. La cuestión del género: a fecha de 2018, sólo hay dos editores jefes de periódicos nacionales de interés general que no sean caucásicos, heterosexuales y hombres. La cuestión del salario digno: los escritores, especialmente de sitios de noticias digitales, tienen todavía trabajos precarios, muchos de estos trabajos no son en plantilla y los pocos que existen ofrecen salarios bajos. La cuestión de los medios públicos: el crecimiento de la desconfianza en los medios españoles tiene mucho que ver con un incremento de la desconfianza en los canales de los medios públicos, especialmente TVE. Si hay una entidad cuyo compromiso con el bien común no debe ser puesto en duda, es sin duda el de una cadena pública. Sus causas tienen que ver en gran medida con la crisis catalana, desde 2017, que ahondó en el cuestionamiento de la tendenciosidad de los medios. Sin embargo, todos los nacionalismos deben ser cuestionados, incluido en nacionalismo español—no solamente los del País Vasco, Cataluña y demás. El nacionalismo español ha permanecido mayormente incólume por parte de los medios de las grandes corporaciones. Finalmente, la cuestión de la independencia informativa: de igual modo que, en un medio de comunicación debería haber un muro divisorio entre el negocio editorial y su faceta puramente editorial, debería haberlo igualmente entre la faceta editorial y la informativa. Una medio de comunicación, como cualquier sociedad, debería estar cómodo con opiniones divergentes, y éstas no deberían ser confinadas solamente a las páginas de opinión.